Puerto

Todo puerto necesita un fondeadero seguro y un muelle desde el cual se pueda transportar el cargamento hasta los barcos. Los griegos y romanos tenían distintos enfoques al respecto: los primeros se adaptaban al entorno local; los romanos tendían a doblegar a la naturaleza a su voluntad. Esto resulta evidente en sus diseños portuarios.

Según fue expandiéndose el Imperio romano, hubo que construir nuevos puertos como puntos de desembarque; a veces en zonas sin ensenadas naturales, bahías o en zonas de difícil acceso. En estos casos, los ingenieros romanos reconstruían la costa y creaban puertos artificiales para sus barcos. Usaron madera, hormigón y grandes bloques de piedra para construir diques, muelles, embarcaderos y hasta islas artificiales para proteger los puertos. El extraordinario puerto de Trajano, en Centumcellae, tenía una gran cuenca excavada en la orilla del río Tíber y estaba rodeado por grandes murallas. Además, estaba comunicado a través de un canal con Ostia, río abajo.