Templo de Vulcano

Cuando era un joven, el dios Vulcano se interpuso en la pelea que mantenían sus padres, Júpiter y Juno. Júpiter desterró a Vulcano del Olimpo, quien chocó contra el suelo y quedó cojo a causa de la caída. Tras ese suceso, Vulcano rehuyó la compañía de otros dioses y vivió en las profundidades volcánicas del monte Etna, donde trabajó con los gigantescos cíclopes forjando armas para dioses y héroes.

¡Si no se adoraba a Vulcano, este se enojaba y empezaba a golpear tanto su forja que provocaba que el Etna entrara en erupción! Se le adoraba como la divinidad del fuego destructor y del fuego como herramienta de utilidad. Quienes deseaban evitar incendios no deseados y aquellos que trabajaban con fuego veneraban al herrero de los dioses. En agosto, el mes con más riesgo de incendios en Roma y sus alrededores, se sacrificaban peces lanzándolos a hogueras que bordeaban el Tíber, como parte de las festividades de la Vulcanalia. Este ritual tenía como fin apaciguar a Vulcano y proteger así la ciudad. ¡A menudo los templos dedicados a él se construían fuera de la ciudad por temor a los incendios!