Baños públicos

Para los romanos, las fuentes eran mucho más que meros elementos ornamentales públicos. Formaban parte del sistema de distribución de agua más complejo del mundo antiguo y eran símbolo de la civilización romana y de su superioridad técnica. Tras la excavación de Pompeya, destruida por la erupción del Vesubio en el año 79 d. C., se encontraron muchas fuentes preservadas por la ceniza. Se encontraban por toda la ciudad y disfrutaban de ellas tanto ciudadanos como esclavos.

Los escritos del cónsul Sexto Julio Frontino afirman que en Roma había treinta grandes fuentes y casi seiscientas fuentes públicas en el año 98 d. C. La presión que hacía que el agua subiese y saliera se consiguió a través de un ingenioso uso de la gravedad y de tuberías de plomo de diferentes tamaños. Plinio el Joven describe una residencia de cuyas fuentes solo manaba agua cuando los invitados se sentaban a comer en unos asientos ingeniosamente diseñados.