Mina anegada

La minería en la República romana y más tarde en el Imperio tomó muchas formas. Las canteras al abierto producían los materiales para los monumentos y las estatuas, mientras que los pozos mineros se empleaban en la extracción de cobre, hierro, plomo y estaño, además de oro y plata. A medida que crecían los territorios romanos, también aumentó la necesidad de obtener materiales, sobre todo metal. Este no solo era empleado para equipar a las legiones, también debía suplir la demanda de un mundo cada vez más romanizado. Demanda que, en el siglo I a. C., originó una serie de técnicas mineras aún más efectivas, como la "minería hidráulica". Grandes reservas, controladas por compuertas, eran utilizadas para crear poderosas olas que arrastraban la tierra de los lados de las laderas y revelaban las vetas de mineral. En los pozos mineros, las técnicas de extracción también fueron adquiriendo un mayor nivel de complejidad. Por ejemplo, empezaron a usar norias de agua y los denominados tornillos de Arquímedes para hacer subir el agua desde cámaras de bombeo creadas especialmente para ello.