Enareos reales

Entre los escitas, al menos según Heródoto, los adivinos gozaban de una gran estima. Los "enareos", o afeminados, usaban tiras entretejidas de corteza de tilo para hacer sus adivinaciones sobre pasado, presente y futuro y también sobre este mundo y el otro. Aconsejaban a los reyes sobre cuál era la mejor medida a tomar y actuaban como jueces cuando la palabra de un hombre se ponía en duda.

La adivinación no era tarea fácil y los adivinos se arriesgaban a sufrir un terrible castigo si aportaban un juicio falso en los solemnes juramentos relativos al rey. Los enareos que fracasaban en su tarea eran atados de pies y manos y subidos a un carro de bueyes, cargado de maleza a la cual se prendía fuego. Toda una pira móvil. A veces, los bueyes, espantados, echaban a correr y, en ocasiones, morían a causa de las quemaduras; pero el adivino siempre acababa quemado vivo. Este mismo castigo era el que recibían los "falsos profetas"; sin duda, un inolvidable recordatorio para que se mantuvieran honrados.