Los barcos iban equipados con espolón desde el siglo VIII a. C. Los primeros barcos fenicios llevaban espolones puntiagudos, revestidos de bronce y situados bajo la línea de flotación. Al usar este tipo de espolón, el agresor acababa frecuentemente ensartado en su víctima y le era imposible soltarse. Hacia el siglo IV, el espolón evolucionó y comenzó a incorporar múltiples hojas a ambos lados de la línea de flotación. Los griegos desarrollaron un espolón afilado de bronce con el que se pretendía destrozar el casco enemigo, en lugar de atravesarlo, lo que les permitía atacar y retirarse para ver hundirse a su oponente.
