Al abrigo del cada vez más próspero comercio florecieron la educación y la investigación y, con ellas, la necesidad de mantenerlo todo documentado. Los registros de archivos y los documentos adquirieron un papel fundamental para el funcionamiento de las instituciones legales y la divulgación del saber. Las primeras bibliotecas y archivos se ubicaron de forma local, con objeto de reunir la información pertinente a la zona de sus alrededores. El archivo de datos más relevante del mundo antiguo fue la Biblioteca de Alejandría, de la que se cree que llegó a albergar más de medio millón de documentos y pergaminos. Semejante fuente de saber se convirtió en el epicentro de la educación antigua y una de las cunas de la ciencia.
