El roble era reverenciado por los druidas, quienes creían que las plantas que crecían sobre el mismo eran señales de los dioses. El muérdago era la más sagrada de todas ellas y recogerla era un importante ritual druida. El druida jefe usaba una hoz de oro para extraer las ramitas de muérdago del roble. Se recogían cuidadosamente con un trapo blanco, pues no debían tocar el suelo. Como regalo de los dioses que era, se pensaba que el muérdago era un remedio para cualquier veneno conocido, además de ser una cura para la impotencia.
