La imagen de cientos de guerreros con el pecho al descubierto dirigiéndose hacia el enemigo es mencionada entre los historiadores romanos continuamente. Lo que se olvidan de mencionar es la tradición celta de decidir las batallas mediante el combate individual. Un valiente adalid salía de entre las filas y presentaba su desafío, jactándose de sus grandes hazañas y de las de sus antepasados. Una vez que dos adalides habían combatido, el vencedor ganaba la guerra para su tribu y todos volvían a casa. Sin embargo, los romanos no participaban de estas tradiciones, y cuando un adalid celta ganaba a un romano en un combate individual, los romanos se lanzaban contra los desprevenidos celtas, vengando al mismo tiempo la muerte de su camarada caído.
