Suevos (César en la Galia)

Los suevos, o 'nuestro pueblo', descritos por César como "la nación más grande y beligerante de todos los germanos", no son una sola tribu, sino una alianza de pequeños grupos con dioses y lengua comunes. En este pueblo guerrero, que cuenta con una larga historia de conflictos y saqueos con sus vecinos galos del otro lado del Rin, el poder político lo detentan reyes y líderes electos. Como lo que realmente da poder es el éxito militar, lo importante es ser visto como guerrero y como líder; eso explica el distintivo "moño suevo", cuyo estrafalario diseño permite a los valerosos líderes distinguirse entre la multitud.

En el año 58 a. C., el rey suevo Ariovisto, invitado por arvernos y sécuanos, en agradecimiento a su ayuda en la larga contienda contra los eduos, ha empezado a asentar a su pueblo al otro lado del Rin. El Senado romano no solo no se opone, sino que incluso lo reconoce como "rey y amigo del Pueblo Romano" con la intención de aplacarlo.

La lección aprendida en la batalla que culminó con la aplastante derrota edua en Admagetobriga, en el año 63 a. C., es que Roma no quiere, o no puede, defender a sus estados clientelares y a sus aliados galos. Por otro lado, tanto arvernos como sécuanos carecen de fuerza suficiente como para asestar un golpe mortal a los eduos sin ayuda. Esto significa que los suevos se encuentran en una muy buena posición al principio de la campaña y sus acciones serán decisivas en el conflicto que se avecina. El resultado es inevitable: la adquisición de tierra y de los recursos en la Galia que el pueblo suevo necesita.