Egipto

En Egipto, el tiempo se mide en dinastías. La última familia reinante, descendiente de Ptolomeo, general de Alejandro Magno, es la trigésimo primera dinastía gobernante. El Ptolomeo original fue compañero de Alejandro y fue designado gobernador regional. Tras la muerte de aquel, Ptolomeo se convirtió en el verdadero señor de Egipto e instauró su propia dinastía. De modo que, una vez más, y gobernado por unos extranjeros griegos, Egipto ha vuelto a convertirse en un gran imán para el comercio, la cultura y el aprendizaje. Quienes lo gobiernan son lo suficientemente astutos como para no hacerlo como macedonios, sino como verdaderos faraones. Los sistemas de gobierno y las creencias religiosas que heredaron siguen siéndoles útiles; especialmente ahora, con el surgimiento de una nueva clase alta greco-egipcia. La sabiduría y la cultura de Grecia han pasado a considerarse intrínsecamente egipcias; al menos para las clases gobernantes.

Sin embargo, no todo ha sido un camino de rosas. El asentamiento de veteranos griegos en tierras egipcias no ha sido siempre bien recibido por los autóctonos. Las relaciones entre las guarniciones greco-egipcias y las comunidades que deben proteger y vigilar no siempre son fluidas. De hecho, ha habido revueltas entre las clases bajas egipcias. Pese a todo, la unión resultante de griegos y egipcios ha dado sus frutos. El ejército del Egipto ptolemaico no solo ha logrado mantener la independencia y la seguridad de este estado sucesor de Ptolomeo, sino que sigue impresionando a sus enemigos con su amalgama de tropas greco-egipcias. En el mar, sus flotas protegen las rutas comerciales y los carpinteros de ribera egipcios gozan de una justificada reputación.

Ha llegado el momento de que Egipto mire hacia dentro y también hacia fuera. El Nilo provee de sustento al pueblo. El comercio y las riquezas impulsan a los egipcios a cruzar los mares. Los intereses y los objetivos de Egipto han de ser protegidos por los generales y los almirantes del divino faraón. Queda tanto por conseguir...