Los escitas reales son mejores que nadie. No tienen por qué demostrarlo. Es una verdad universal. Las demás tribus, escitas incluidos, no son sino esclavos y, como tales, no se merecen más nivel de consideración del que ya tienen, que es ninguno. Según reza la leyenda, todos los escitas reales son descendientes de Colaxais, el más joven de tres hermanos y a quien le fueron otorgados unos regalos de oro divinos. Desde entonces, el favor de los dioses ha acompañado a sus descendientes. Su aparente superioridad no ha nublado la mente de los escitas reales, que anhelan las riquezas de los pueblos "civilizados", al sur y al oeste de las estepas.
Históricamente, los escitas eran considerados unos peligrosos bárbaros por griegos y otras culturas civilizadas. En sus escritos, Heródoto explica casi todo lo referente a la cultura escita realizando analogías con elementos de la cultura griega en las que los escitas no suelen salir muy bien parados, lo que no es de extrañar si tenemos en cuenta que Heródoto no era sino un producto de su propia cultura y de su tiempo. No obstante, los escitas sí que parecen haber sido especialmente violentos, tanto en el ámbito personal como a la hora de hacer la guerra, todo lo cual ha contribuido a incrementar su temible reputación.