A fin de afianzar su poder en Roma, César nombró legados por razones políticas, además de por su habilidad marcial. Un claro ejemplo de ello es el nombramiento de Quinto Tulio Cicerón como uno de sus legados entre los años 54 y 52 a. C. Con ello, pretendía ganarse el favor del famoso hermano de este, Marco Tulio Cicerón. En el año 53 a. C., a Quinto y a su legión se les encomendó la vigilancia de los nervios, que habían sido sometidos con anterioridad. Su rebelión, incitada por la masacre contra los eburones por parte de la legión XIV, hizo que César alabara la fortaleza de Quinto contra los feroces nervios. Tales loas, combinadas con la campaña de Pompeyo para que hacerlo volver de su exilio, consiguieron que el más prominente orador de Roma se sumase a su causa.
