A medida que se profundizó en el conocimiento de los materiales de construcción y que constructores y arquitectos desarrollaron sus habilidades, fueron surgiendo nuevas técnicas arquitectónicas. Las cúpulas, los arcos y las bóvedas se hicieron característicos de la arquitectura romana, aunque el verdadero logro de los arquitectos de la época fueron las auténticas cúpulas. Suponían un complejo rompecabezas a la hora de soportar el peso de la estructura mientras eran construidas y a los arquitectos les llevó un tiempo perfeccionar la técnica. El Panteón de Roma es uno de los más claros ejemplos de una cúpula auténtica y sugiere que hacia el 128 d. C. los arquitectos ya dominaban esta forma.
