A medida que los ejércitos adoptaban cuerpos más flexibles, subdivididos en unidades, cada una con su propia función y especialidad, el adiestramiento táctico fue cobrando una importancia vital. Este permitía planificar complejas maniobras para responder a los movimientos del enemigo e incluso vencer batallas a priori imposibles. Sin lugar a dudas, Roma elevó la estrategia bélica a un nuevo nivel, como atestigua el provecho obtenido con sus disciplinadas tácticas en numerosas batallas, incluso al enfrentarse a elefantes de guerra, como ocurrió en la batalla de Zama, en el 202 a. C. Aquí, los romanos supieron moverse al unísono y abrir sus filas para permitir a las bestias cargar contra ellos sin infligir daño alguno.
