Descripción
Homero, el poeta más grande de toda Grecia, alababa a los tracios, de quienes decía eran una raza de jinetes. Estos criaban caballos para las carreras y, más tarde, refinaron su crianza para la guerra. De sus caballos se decía que eran más grandes y fuertes que los de las tribus nómadas del norte, lo que les ponía a la par con los grandes caballos de guerra de griegos y persas. Como jinetes de caballería, los tracios daban preferencia a la movilidad y velocidad frente a la protección de una coraza, lo que resultaba letal en las guerras tribales, donde saqueos y escaramuzas eran la norma. Ya fuera como mercenarios o como aliados, los tracios eran perfectos y veloces escaramuzadores para hostigar al enemigo y, a menudo, vencerle y darle muerte, o para atacarle con jabalinas mientras cabalgaban a toda velocidad.