Roma

Los romanos tienen muchas razones para sentirse orgullosos, pues no en vano su república es mucho más que una mera formalidad. Que Roma tenga éxito en sus empresas conviene tanto al Senado como al pueblo romano. Además, en Roma se gestan grandezas y conquistas.

Quien conquista para Roma no solo se gana el respeto de sus compatriotas, también adquiere poder: las dos únicas cosas que de verdad importan a un romano. Cada engranaje del estado romano está diseñado para alcanzar gloria y grandeza y el éxito personal se mide en función del éxito que se tenga sirviendo a la república. Al satisfacer las necesidades propias y las de la república, cada romano contribuye a poner el mundo bajo el control de Roma. Todo lo que no sea romano es susceptible de ser conquistado para obtener, además, poder y gloria en el proceso.

Estas son las razones por las que los romanos no se arredran ante los contratiempos. Fracasar en la guerra es culpa del individuo, no de Roma. Un ejército romano puede ser derrotado, pero con nuevos comandantes otro ejército triunfará.

Históricamente, los romanos han luchado y triunfado contra todo pronóstico. Además de vencer a los invasores galos que cruzaron los Alpes, entre los años 390 a 387 a. C., los romanos lucharon contra etruscos, samnitas y griegos en una serie de guerras que llevó a la ciudad-estado a asumir el control de toda la península itálica. Roma ahora se enfrenta a algunas de estas fuerzas al norte y al este.

Al sur están los cartagineses, señores del Mediterráneo y un verdadero imperio comercial con un considerable poder militar. Los cartagineses no son un rival cualquiera para Roma. Una potencia u otra dominará el Mediterráneo. Para un verdadero romano, solo puede haber un desenlace...