Esparta

A diferencia de las demás ciudades-estado griegas, Esparta se encuentra en estado de guerra permanente, incluso si no está luchando contra nadie.

Todo espartano, si no es un guerrero, se pasa la vida entrenando para serlo o entrenando a otros espartanos. De las labores manuales, la agricultura, el comercio y de todo aquello que tenga que ver con la vida civil se encargan los periecos, el equivalente de lo que sería la clase media en un estado convencional, o los ilotas, una clase social formada por siervos sometidos. En ocasiones, los espartanos declaran la guerra a los ilotas para entrenar a sus jóvenes en el arte de matar. La razón primordial de todo esto es producir una fuerza de guerreros perfectos y quienes han tenido la desgracia de enfrentarse a los espartanos pueden dar fe de que estos parecen haber conseguido su propósito. Durante las guerras médicas, una fuerza compuesta solamente por trescientos espartanos resistió en las Termópilas y desafió al imperio persa. Su muerte les reportó gran fama y una victoria mucho mayor de lo que Esparta pudiera haber imaginado.

Ni con Alejandro Magno ni con Filipo II, Macedonia consiguió conquistarla; pero, finalmente, consiguieron obligarla a unirse a la Liga de Corinto. El caos imperante en el mundo helénico es su oportunidad para volver a alcanzar la gloria y acariciar grandes destinos.