Según avanzaba Aníbal por la península itálica, en la segunda guerra púnica, se hizo patente que enfrentarse a él en una batalla frontal era una empresa harto arriesgada. La estrategia de Quinto Fabio Máximo de hostigar y mermar poco a poco las tropas enemigas, a la vez que evitaba el enfrentamiento directo, acabó imponiéndose como el curso de acción más sensato, por mucho que hiriese al orgullo romano. Además, utilizar una fuerte artillería para hostigar al ejército cartaginés desde la distancia tenía claras ventajas. El objetivo de destruir las tropas de Aníbal poco a poco no era sino mermar tanto su tamaño como su moral, pues nada desmoraliza más que no poder enfrentarte a tu atacante en un combate abierto.
