Tras el sitio de Sagunto, el Senado romano decretó la creación de seis legiones que, juntas, comprendían a unos setenta mil hombres. Tal reacción hundía sus raíces en la determinación de aplastar a cualquier enemigo que Roma creyera que podía destruirla. Esta determinación se agudizó a medida que la guerra se decantaba a favor de Cartago. Pese a sufrir varias derrotas más frente a Aníbal, los romanos siguieron creando enormes ejércitos de ciudadanos. En preparación para la temible batalla de Cannas, el Senado ordenó la creación de ocho legiones —unos noventa mil hombres en total— en un intento desesperado de eliminar la amenaza cartaginesa sobre suelo romano de una vez por todas. Sin embargo, la de Cannas resultó ser la mayor victoria de Aníbal en toda la guerra. La destrucción de otro ejército más habría acabado con cualquier otra potencia menor, pero Roma rechazó aceptar el resultado e inició una movilización general de la población masculina restante. Aprovechando que Aníbal no tenía fuerzas para lanzar un ataque total tras su victoria, Roma consiguió el tiempo que necesitaba para reconstruir sus tropas.
