Las tribus bárbaras creían fervientemente en el poder de la naturaleza. Las tormentas que abatían sus tierras y la suave lluvia que ayudaba a que crecieran las cosechas eran enviadas por una razón. Es este profundo respeto por el mundo natural lo que inclina a creer a muchos eruditos que estas tribus preferían venerar a sus dioses al aire libre, siempre lo más cerca de la naturaleza que fuera posible. El escritor griego Estrabón refuerza esta teoría, pues escribió que los celtas de Galacia se reunían anualmente en el drunemeton o "santuario del roble" para resolver cualquier problema importante, religioso o político.
