Tradicionalmente, las milicias del mundo antiguo estaban formadas por tropas de leva y voluntarios. A menudo eran granjeros y terratenientes, que siempre anhelaban volver a sus tierras y a sus familias una vez se sentían reconfortados con los botines de guerra. Ahora bien, el soldado profesional era una especie completamente aparte. Dedicaban su vida al ejército y ni siquiera se planteaban lo que les aguardaba al volver a casa. No obstante, cuando se les mandaba a casa sin la recompensa adecuada, solían volverse contra sus superiores. El general que conseguía encontrar botines con que contentar a sus hombres era un general con gran influencia y poder. En el 88 a. C., Sila fue el primer general agraviado que mandó a sus soldados contra Roma; un acto que engendraría muchas otras "marchas contra Roma" por parte de generales sedientos de poder, secundados por poderosos ejércitos.
