Los egipcios tuvieron la gran suerte de contar con las condiciones necesarias como para tener excepcionales tierras de cultivo que, además, el Nilo fertilizaba cada año con sus crecidas. Aunque la economía local de las aldeas fue lo que dio origen en Egipto a la propiedad de la tierra, el gobierno acabó tomando el control de la misma y creó grandes fincas reales. Ser terrateniente daba prestigio y solía ser algo reservado para los privilegiados y los poderosos. En el periodo del Imperio Nuevo de Egipto, entre el 1550 y el 1070 a. C., los faraones empezaron a otorgar tierras en reconocimiento a los servicios militares, con lo que los soldados veteranos pasaron a ser contribuyentes de la economía agrícola y a menudo usaron mano de obra esclava en sus terrenos.
