En muchas de las sociedades militares del mundo antiguo, el valor en el campo de batalla estaba directamente relacionado con el estatus social. Las vidas doméstica y militar estaban unidas y los guerreros eran considerados una élite. Por encima de ellos solo se situaba la caballería, formada en su totalidad por nobles, quienes —al igual que en otras culturas— eran los únicos que podían permitirse tener caballos y entrenar con ellos. La destreza con los caballos daba una clara ventaja en el campo de batalla, pues los nobles podían posicionarse rápidamente y controlar el curso de la batalla una vez comenzada. Sin embargo, raramente se usaba a los caballos para cargar contra las líneas enemigas; en vez de ello, los jinetes desmontaban y luchaban a pie, al más heroico estilo, una tradición que perduró hasta la época de César.
