Hexeres de asalto, Lanceros con tureo
Coste de reclutamiento | 1,130 | |
Coste de mantenimiento | 226 | |
Salud de los barcos | 1,046 | |
Velocidad de barcos | 5 | |
At. cuerpo a cuerpo | 24 | |
Daño de armas | 25 | |
Def. cuerpo a cuerpo | 55 | |
Armadura | 70 | |
Salud | 50 |
Habilidades
Puntos fuertes y débiles
- Gran resistencia del casco
- Tripulación pesada
- Poca velocidad
- Embestida potente
- Muy buen abordaje
- Buena unidad defensiva
- Causa pocos daños pero cuenta con una perforación de armaduras normal
- Ataque normal
- Moral normal
Descripción
Con el paso de los siglos, las tácticas navales y las necesidades cambiaron a lo largo del Mediterráneo. La tendencia fue la de tener barcos más grandes, en parte como expresión de poder nacional o dinástico. Los gobernantes ptolemaicos de Egipto tenían especial predilección por los barcos grandes que usaban como prueba fehaciente para mostrar su riqueza e influencia. Estos polirremes —término que significa "muchos remos"— no eran aptos para realizar embestidas durante el combate. En la práctica muchos de ellos no tenían más remos que los barcos más pequeños, lo que sí tenían eran más remeros por remo que estos. El hexarreme romano o el hexere griego tenían dos filas de remos con tres remeros por remo. Esto era una versión de dimensiones extremadamente grandes de un barco más pequeño. Aun así, debido a su construcción extremadamente pesada y fuerte, se movían muy lentamente y les era imposible girar rápidamente, lo que era necesario para aprovechar los errores enemigos. A cambio, estos grandes barcos le sacaban partido a sus anchas cubiertas y a su gran capacidad de transporte y se convirtieron en plataformas de combate para la infantería y la artillería. El abordaje o el bombardeo a larga distancia eran los métodos ideales para derrotar al enemigo. La guerra naval había vuelto a su punto de origen en lo referente a métodos de combate, aunque ahora los barcos eran de un tamaño mucho mayor.
Los tureóforos, la infantería ligera griega, fueron creados a principios del siglo IV a. C. y cubrían el hueco existente entre las falanges y los peltastas escaramuzadores. Denominados así por los tureos, sus grandes escudos ovalados, iban mucho mejor acorazados que los tradicionales peltastas tracios y griegos. Eran capaces tanto de formar en falange como de crear escaramuzas y su labor consistía principalmente en proteger a las demás tropas ligeras. Sus escudos, generalmente de madera y recubiertos de piel, contaban con una agarradera central, que estaba protegida por un nervio vertical, y una especie de tira de metal; además, se cree que podían deber su inspiración a los escudos celtas o romanos de la época. Al igual que la sarissa, de mayor longitud, las lanzas que usaban los tureóforos tenían una especie de pica pesada en el extremo opuesto, para proporcionar estabilidad al arma, que les permitía dejar la lanza clavada en la tierra y lanzar jabalinas, en caso de ir equipados con ellas. La versatilidad de los tureóforos hacía que su presencia fuera común tanto entre tropas ciudadanas como de mercenarios de las ciudades-estado griegas, hasta que quedaron eclipsados por las falanges macedonias de Filipo II y Alejandro Magno.