Templo de Ataecina

Por detrás solamente de Endovélico en el panteón de dioses de Iberia se encontraba Ataecina, la diosa de la fertilidad, el renacimiento, la naturaleza y, como tal, solía estar asociada a la primavera. Reverenciada como la diosa de la resurrección y la regeneración de todas las cosas, Ataecina propiciaba el renacer de las estaciones y de los frutos de la tierra, año tras año. Se cree que esta asociación con el ciclo natural de la vida es el motivo por el que se ofrendaban a Ataecina ídolos con forma de cabra y, tal vez, verdaderos sacrificios animales en su nombre. Se la adoraba especialmente en el sur de la península ibérica y, principalmente, lo hacían aquellas tribus con conexiones celtas. Por otro lado, la falta de restos de templos sugiere que los santuarios dedicados a ella eran construidos en parajes naturales, apartados de los asentamientos y, por lo tanto, fueron desapareciendo con el paso del tiempo. A Ataecina a menudo se la relaciona con la Perséfone griega, a quien se la asociaba con el ciclo primaveral y con el inframundo.