Santuario real

La veneración a los ancestros y la adoración de la realeza, estuviesen vivos o muertos, eran comunes en el mundo antiguo. La forma de hacerlo variaba, desde su adoración casi como dioses domésticos, hasta la construcción de complejos de templos y grandes sepulcros en recuerdo de los gobernantes más poderosos.

Los sepelios de reyes y gobernantes eran comunes. En la cultura persa, los cuerpos se emplazaban en monumentos de piedra, como se puede apreciar en la tumba de Ciro II el Grande, en Pasargada. Los monumentos y tumbas de piedra que albergaban a los gobernantes aqueménidas como Darío el Grande dominaban el paisaje. La razón de ser de estas fastuosas estructuras era la de siempre: un recordatorio simple y claro a la gente ordinaria de que sus gobernantes eran poderosos y siempre lo habían sido. Se pretendía la "admiración" a los muertos.