El trirreme, la embarcación de guerra más común del mundo grecorromano, representaba la tecnología punta del momento. Con sus proas reforzadas para embestidas, estos barcos eran formidables armas navales impulsadas por tres filas de remeros entrelazadas aunque a diferentes alturas, con dos de los niveles a la altura de la borda y el tercer grupo de remeros bajo la cubierta. Sin embargo, el trirreme tenía un defecto: si se inclinaba demasiado o si navegaba sobre mar gruesa, el agua le entraba al tercer grupo de remeros, pues estaban situados a unos escasos 45 cm sobre el nivel de flotación. Para solucionar este problema, se incorporaban unas bolsas, conocidas como "askoma", en los huecos de los remos para evitar que entrara el agua en los barcos. En los momentos de turbulencias los remos se podían replegar a la vez y sellar los askoma.
