Los conocimientos que los britanos poseían acerca de trabajar el hierro les ayudaron a fabricar los carros que tanto impresionaron a los invasores romanos. Las ruedas estaban cubiertas con una llanta de hierro y las construían pequeñas a propósito. Los ruederos entonces calentaban el hierro para expandirlo. Cuando lo colocaban sobre la llanta y luego lo enfriaban este se encogía y unía todos los componentes de la rueda. Más tarde esto se ponía en la rueda con unos clavos de cabeza grande que ofrecían una sujeción extra a las llantas.
