El hecho de que Cartago utilizaba elefantes de guerra ha quedado inmortalizado gracias la travesía de los Alpes de Aníbal. Tanto apreciaban a las enormes bestias que construyeron establos lo suficientemente grandes como para albergar hasta cuatrocientos elefantes dentro de las murallas de Cartago. Preferían el elefante norteafricano, del que se cree que era más pequeño que sus parientes subsaharianos e índicos. Los excesivos cruces que se realizaron con esta especie la llevaron a la extinción. Al ir reduciéndose la cantidad de paquidermos nativos, Cartago empezó a importar elefantes de guerra. Se cree que Surus, el elefante preferido de Aníbal, era de procedencia siria.
