Aunque evitaban templos y monumentos, pues creían que sus dioses no residían en unas edificaciones tan terrenales, muchas tribus germánicas utilizaban carros rituales. Para ellos, los carros paseaban el espíritu de la deidad por el campo, como el que estaba dedicado a Nerthus, la diosa de la fertilidad. Dicho carro era cuidado por los sacerdotes de la diosa, los únicos autorizados a tocarlo, y allá donde la diosa se detenía había grandes celebraciones y banquetes. En el transcurso de esas celebraciones a nadie le estaba permitido combatir, por lo que se dejaban a un lado las armas.
