Nave de saqueo de asalto, Hombres tribales íberos
Coste de reclutamiento | 260 | |
Coste de mantenimiento | 52 | |
Salud de los barcos | 875 | |
Velocidad de barcos | 3 | |
At. cuerpo a cuerpo | 11 | |
Daño de armas | 25 | |
Def. cuerpo a cuerpo | 62 | |
Armadura | 15 | |
Salud | 40 |
Habilidades
Puntos fuertes y débiles
- Resistencia del casco normal
- Tripulación ligera
- Grandísima velocidad
- Embestida débil
- Abordaje normal
- Unidad defensiva normal
- Causa pocos daños pero cuenta con una perforación de armaduras normal
- Débil en ataque
- Escasa moral
Descripción
La mayoría de las tribus del norte de Europa no eran potencias navales, pero sí que contaban con hábiles marineros. También dominaban las técnicas de construcción de barcos y, aunque la mayoría de las embarcaciones eran barcos pequeños recubiertos de cuero para navegar en el interior y en la costa, se construyeron barcos más grandes para navegar en aguas profundas. Los carpinteros de ribera usaban tablas gruesas para los cascos; estas se unían entre sí para luego recubrir un esqueleto de madera, creando así una robusta embarcación que pudiese aguantar las condiciones del Atlántico. Julio César quedó sorprendido con la calidad de los barcos enemigos cuando su flota se encontró con los vénetos de los moderna Britania de la época. Los barcos de los vénetos tenían el fondo plano para poder navegar en aguas poco profundas, pero a la vez estaban construidos con roble pesado para soportar los mares más agitados. Esto los convertía en un fuerte enemigo para las galeras romanas y les permitía esquivar las embestidas. César decía que los barcos enemigos estaban construidos de "tablones de un pie romano de ancho, estaban sujetos con pinchos de hierro tan anchos como el pulgar de un hombre y las anclas usaban cadenas de hierro en vez de cables". Cuando los romanos se veían obligados a abordar se encontraban con temibles guerreros, acostumbrados a luchar cuerpo a cuerpo en mar abierto.
Como muchos guerreros, los miembros de las tribus íberas eran increíblemente testarudos cuando se trataba de defender a sus dioses, sus casas o su honor. Aun viéndose rodeados y sin esperanza, jamás se permitían pensar en rendirse. De hecho, su reputación guerrera no se debía a que supieran aceptar la derrota, sino a que preferían matarse antes que rendirse, privando así al enemigo de la gloria de haberlos matado. Algunos de los guerreros iban a la batalla con una dosis de veneno rápido, extraído de una variedad vegetal de la familia ranunculus; así que, cuando Estrabón, el historiador griego, describió la planta de la que se extraía el veneno como una hierba inocua y similar al perejil se estaba equivocando de cabo a rabo. Como todo veneno, era doloroso y hacía que las facciones de quien lo había ingerido se contrajeran hasta formar una terrorífica y sardónica sonrisa justo cuando le llegaba la muerte. Esta mórbida expresión de burla solía aterrar al enemigo y los romanos, convencidos de que los sonrientes cadáveres se mofaban de ellos desde el más allá, no fueron una excepción.