El lenguaje empleado en el comercio evolucionó a la par que las crecientes redes comerciales entre diferentes estados y regiones. Así, los mercaderes ya no solo trataban con clientes de la ciudad vecina: vastas rutas comerciales, como en el caso de la ruta de la seda, conectaban Asia, el Mediterráneo y Europa. Ser competente lingüísticamente pasó a ser algo casi tan valioso como las especias. En los reinos orientales, se usaban las lenguas arameas para comerciar, pero tener conocimientos básicos de griego y latín se convirtió en algo esencial, pues muchas mercancías, y especialmente las especias, empezaron a gozar de una gran demanda a cambio de otros artículos del mundo occidental.
