La cabeza parlante

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Descripción

Como casi siempre suele ocurrir, los enemigos de un pueblo tienden a considerarlo salvaje y peligroso. A fin de cuentas, derrotar a los débiles o cobardes no reporta mucha gloria. Sin embargo, los escitas sí eran particularmente salvajes y crueles con sus adversarios y se merecían esa reputación, creada por las víctimas civilizadas que encontraban a su paso. Su costumbre de arrancarles la cabeza y, según ciertas fuentes, el cuero cabelludo a sus víctimas no era del todo infrecuente: las tribus galas les arrancaban la cabeza a sus enemigos a modo de trofeo. No obstante, lo que realmente diferenciaba a los escitas de otros pueblos era el modo en que se repartían el botín tras una batalla: los hombres eran recompensados en función del número de cabezas conseguidas y, al parecer, del estatus social que el dueño de cada una hubiera tenido. Por lo tanto, podemos concluir que las cabezas eran usadas como moneda de cambio a la hora de repartirse el botín enemigo.

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