Instruidos desde los siete años para una vida de combates en las campañas y dedicados en cuerpo y alma al adiestramiento militar, los espartanos estaban muy bien entrenados, eran expertos en el uso de sus armas, de su equipo y constituían una fuerza altamente disciplinada y coordinada, muy superior a cualquier otra en el campo de batalla. En Esparta, los ancianos examinaban a los niños recién nacidos. Los considerados demasiado débiles eran arrojados por el monte Taigeto; a los más fuertes les aguardaba una infancia llena de rigores para condicionarlos a las exigencias físicas de la guerra. El agogé era el programa de instrucción más exigente de todo el mundo antiguo y engendró una temible y enormemente eficiente fuerza de combate. Si un niño sobrevivía hasta los trece años, se le sometía a siete años de instrucción militar formal hasta que, a los veinte años, edad a la que era considerado un adulto, se le consideraba preparado para convertirse en un verdadero guerrero de Esparta.
